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Porsche Cayenne S desafía al desierto de Namibia

Paisajes impresionantes en medio de una naturaleza arrebatadora y diversidad de especies en su entorno natural. Un recorrido por interminables caminos de arena por desiertos lunares con el Porsche Cayenne S por este país del suroeste de África.

De pronto aparece un antílope en el camino: un órice, el animal nacional de Namibia. Gira la cabeza, mira con curiosidad y finalmente desaparece tras una enorme formación rocosa. El sol crepuscular hace relucir la roca en un ocre dorado. El viento arremolina granos de arena. Un marco perfecto para Hans-Joachim Baumgartl. Así es como se había imaginado Namibia, país que ya había querido recorrer en moto hace 20 años.

Pero, como ocurre tantas veces en la vida, el plan de este médico bávaro de Landsberg am Lech fue quedando relegado a un segundo plano tras otros asuntos más importantes: estudios, familia, trabajo… Ahora, por fin, está aquí convirtiendo su sueño en realidad, aunque ya no sobre dos ruedas, sino sobre cuatro, como participante en un viaje organizado por el Porsche Travel Club.

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El Cayenne S parece volar sobre la carretera de grava mientras el polvo se arremolina en los huecos de sus rines. El SUV deja una larga estela tras de sí. El paisaje pedregoso que se extiende más allá de la ciudad de Swakopmund es uno de los más antiguos del mundo: unos 80 millones de años según los geólogos. El radiotransmisor emite unos chasquidos. Frik Orban, el guía, llama la atención del grupo sobre la presencia de otro órice junto a la carretera. Los seis automóviles reducen la velocidad hasta detenerse. Baumgartl echa mano de sus binoculares, enfoca el antílope y lo observa totalmente fascinado durante unos minutos.

“El contraste con mi rutina diaria no puede ser mayor”, dice. En Namibia recarga energía, desconecta del trabajo y se relaja contemplando el horizonte. En este viaje, Baumgartl valora muy positivamente la perfecta organización, el tamaño reducido del grupo, los selectos alojamientos y el confort de los Porsche Cayenne. “Lo que más me impresiona es la amabilidad de la gente y este paisaje tan imponente”, dice este médico de 54 años que ya sabe que este no va a ser su último viaje a África.

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Namibia es dos veces más grande que Japón. Suiza cabe aquí 20 veces. En una superficie de 824.000 km2 tan solo viven allí 2,3 millones de personas; pero, a cambio, hay más de 200 especies de mamíferos y unas 645 de aves, así como numerosas especies de reptiles y anfibios. Ni siquiera una quinta parte de la red de carreteras de Namibia está asfaltada. A tan solo unos pocos kilómetros de la capital, Windhoek, comienzan los caminos de gravilla, y con ellos la aventura. Entre arbustos aferrados al suelo brotan acacias solitarias y mopanes de un verde intenso. Por lo demás: arena, arena y más arena.

El Porsche Adventure Tour por Namibia recorre las dunas de 380 metros de altura de Sossusvlei, el parque nacional de Namib-Naukluft desde Swakopmund hasta Damaraland y Twyfelfontein, así como la ‘Sartén de Etosha’, hábitat de una gran diversidad de especies. Un verdadero sueño para los amantes de África y los animales. “En comparación con otros países africanos, Namibia ofrece más espacio y más seguridad”, dice el guía, de 48 años. Justo lo que estaba buscando Gudrun Schmer, de Wuppertal: vastas extensiones y animales salvajes en su entorno natural. Es la primera vez que ella y su marido viajan al sur de África y que participan en un viaje organizado. Hasta ahora siempre se habían diseñado los viajes ellos mismos.

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“Esta vez queríamos un safari fotográfico organizado, con muchos animales y lo más cerca posible de la naturaleza”, dice. La mejor posibilidad se la ofreció el Porsche Travel Club. Al fin y al cabo, conducen deportivos de Stuttgart desde hace más de 30 años. “Por un lado, resulta muy práctico que todo esté perfectamente organizado y, por otro, es muy agradable que todo esté pensado para el individuo”, elogia esta amante del continente africano. Ejemplos de ello son la nevera llena del Cayenne o los sorprendentes alojamientos. Estos pueden ser confortables carpas con ducha al aire libre y unas vistas que alcanzan hasta el horizonte, o campamentos de cabañas redondas. Por la tarde sopla un suave viento sobre los extensos pastizales. El porche del Ongava-Lodge en el sur de la ‘Sartén de Etosha’ invita a saborear una bebida y observar animales.

Etosha significa ‘gran lugar blanco’. Esta sartén de sal ocupa una superficie de aproximadamente 4.800 km2 en la que viven más de 1.500 elefantes, 300 leones, 400 guepardos y 3.000 jirafas, así como algunos rinocerontes y leopardos. Suele estar seca, pero de vez en cuando se llena con las fuertes lluvias y entonces los animales acuden a alguna de las 60 lagunas que se forman. Alternativamente aparecen por ahí gacelas saltarinas, kudús, ñus, impalas y taurotragus.

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Dos manadas de cebras deambulan por la carretera. Delante van las de estepa, detrás las de montaña. “Se diferencian por las rayas”, se oye decir a Frik Orban por el radiotransmisor. Las cebras de estepa apenas tienen en las patas. Las rayas sirven para dificultar su reconocimiento a distancia cuando hace mucho calor.

Un par de kilómetros más allá, un guepardo acaba de cazar una gacela saltarina. Los cachorros la devoran mientras la madre se encarga de vigilar. El ciclo de la vida, nacimiento y muerte, está aquí presente sin tapujos. Unas dos docenas de buitres esperan en el aire a poder comerse los restos. Gudrun Schmer observa la escena fascinada. Los dos tienen ya decidido que van volver a viajar con el Porsche Travel Club. Y ya saben también cuál va a ser el próximo viaje: un cursillo de drifting sobre hielo en Finlandia. Un buen contraste con el viaje a África.

 

Last modified on Miércoles, 23 Agosto 2017 15:58
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